Desarrollo del cine sonoro en Colombia en el periodo 1941 – 1945


El cine en Colombia, históricamente, ha sido una industria desvalorada. Mientras que países como México y Argentina se convirtieron, durante la primera mitad del siglo XX en mecas del cine latinoamericano, Colombia se fue rezagando. El coste de hacer películas era muy alto y en la década de los 30 fueron muy escasas las producciones fílmicas que se llevaron a cabo, lo que dejó al cine nacional en una crisis. Otros países ya avanzaban hacia nuevas técnicas de contar historias y una de las mayores revoluciones en la industria cinematográfica, el sonido, inauguró la era dorada del cine en el continente.

Hasta ese momento, Colombia tenía un respetable número de producciones silentes, pero dar el salto a la nueva era del cine fue una apuesta que pocos hicieron y sirvió como una etapa de experimentación que, aunque desconocida, fue el pilar de la posterior industria nacional cinematográfica. Entre 1941 y 1945, cinco productoras realizaron las primeras películas sonoras en Colombia. Aunque se puede considerar como una abundancia para este tipo de producciones, no fueron rentables y al final todas la productoras quebraron.

Por tanto, la importancia de esta investigación es el profundizar en ese periodo de la primera mitad de la década de 1940 para entender las particularidades de la industria, el desarrollo histórico de la misma y cómo la introducción del sonido a las películas colombianas representaron de una forma distinta al país. La pregunta que guiará el análisis es la siguiente: “¿cómo se desarrolla el cine sonoro en Colombia durante la primera mitad de la década de 1940?”. De la misma forma, el objetivo de esta investigación es el de determinar las características del desarrollo del cine sonoro colombiano en su génesis.

Esta investigación se centrará en algunas de las películas sonoras más influyentes de la primera mitad de la década de 1940. Para comenzar, es sensato presentar la que fue la primera película argumental y sonora en la historia del cine colombiano: Flores del Valle, de la Calvo Film Company (Ministerio de Cultura, 2015). Su director, guionista e incluso camarógrafo fue el español Máximo Calvo Olmedo. Esta película fue realizada en 1941, a blanco y negro en el formato de 35 milímetros y tiene una duración de 67 minutos. Para tener una idea general, la siguiente sinopsis sirve como contextualización:

Comedia musical costumbrista en la que una joven campesina¸ educada con esmero¸ tiene su
presentación ante la sociedad de la ciudad. Sin embargo¸ su belleza y donaire naturales no
logran evitar los desaires y humillaciones con que es recibida. Ella logra sobreponerse a
la aflicción que todo esto le produce¸ y pone en su sitio a cuantos la menosprecian. Salvada
su dignidad y dominado un terreno que en principio le era ajeno¸ vuelve a lo suyo: el campo.
(Proimágenes Colombia, 2014)

La siguiente película a considerar dentro de esta investigación es Allá en El Trapiche, del director chileno Roberto Saa Silva y producida por la Ducrane Films, quizá la película  más reconocida de este periodo histórico. Solo 28 minutos, de sus 85 originales, fueron rescatados por por la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano. La película, de 1943, es a blanco y negro, en el formato de 35 milímetros y corresponde a un remake de la película mexicana “Allá en el rancho grande”. La siguiente es su sinopsis:

Comedia musical que narra la historia de Dora, la hija del dueño de la hacienda El Trapiche.
Destinada a casarse con el heredero de otra finca cercana, pide viajar a Estados Unidos. Allí
conoce a su paisano Leonardo, con quien sostiene un tórrido romance. Vuelven al terruño y,
aunque el novio oficial providencialmente no aparece, las cosas no son fáciles. El padre de
Dorita tuvo que hipotecar la hacienda para costear el viaje de la niña y ahora la tiene que
pagar. Uno de los cobradores es objeto de toda clase de atenciones al ser confundido con
el primer pretendiente. El enredo es total allá en El Trapiche. (Proimágenes Colombia, 2014)

La última película que se escoge es Sendero de Luz, del director Emilio Álvarez Correa y también producida por la Ducrane Films. De este filme existen 67 minutos conservados, es de 1945, a blanco y negro en formato de 35 milímetros. Esta es la sinopsis de la misma. 

Drama romántico rural. Armando va a la saga del asesino de su padre¸ secundado por un fiel
amigo. Por desgracia¸ se enamoran de la misma muchacha¸ prima a su vez del convicto¸ y tienen
que competir por ella: quien derribe primero un árbol buscará los favores de la dama. El
bandido¸ acosado por sus perseguidores¸ paranoico y celoso¸ prepara una trampa para que sean
aplastados por los árboles. La muchacha se percata¸ corre a avisarles¸ pero llega tarde: Armando
había ganado la apuesta¸ pero se le vino el árbol encima. La niña se decide por el herido¸ el
bandido es apresado y el amigo¸ derrotado¸ se marcha “por un sendero de luz”.
(Proimágenes Colombia, 2014)

¿Por qué considerar tres fuentes para este análisis? Es necesario resaltar el hecho que durante 1941 y 1945 sólo se realizaron 10 películas sonoras y que por la dificultad de su producción, la realización de filmes en formato sonoro se suspendió por algunos años. Las tres películas escogidas comparten características tanto en su producción como en sus rasgos argumentativos, que configuran la caracterización de un periodo atípico en la cinematografía colombiana. Considerar solo una de estas películas para hacer el análisis dejaría al lector con una visión fragmentada de la producción durante esos años y el impacto que estas tuvieron en la cultura popular, por lo que la consideración de estas tres puede arrojar luces sobre cómo funcionó la industria fílmica en Colombia durante la primera mitad de la década de los 40.

¿Qué nos pueden decir estas películas sobre el desarrollo del cine en Colombia? Lo primero que es llamativo es el color de los filmes, o más bien, la falta de este. Desde el mismísimo origen del cine, cuando Georges Méliès acostumbraba a colorear cada uno de los fotogramas de sus películas, era posible darles color a las imágenes. No obstante, un proceso semejante podría resultar realmente extenuante, ya que una película de una hora puede contener alrededor de 90.000 fotogramas. Igualmente, el desarrollo del “Tecnicolor” o la técnica tricromática, que se popularizó tras su uso en películas como Flowers and Trees[1] (1932) de Disney o Becky Sharp[2]. Sin embargo, casi una década después, cuando Flores del Valle es estrenada, las películas del primer periodo sonoro del filme colombiano no tienen ningún tipo de coloración.

El cine, durante la década de los 40 en Bogotá era una de las atracciones principales de entretenimiento. No era extraño encontrar grandes avisos en los periódicos anunciando qué película se iba a proyectar en teatros como el Olympia o el Faenza. ¿Por qué no aprovechar la novedad que ofrece el color y aumentar el interés del público en el cine? Una razón importante puede ser que una vez que Cine Colombia fue creada en 1927 y al año siguiente compró la empresa de los hermanos Di Doménico[3], dueña de los únicos laboratorios de negativos disponibles, la producción nacional vio cómo los costos subían. Resultaba más barato, entonces, importar películas extranjeras y exhibirlas (Ministerio de Cultura, 2015). Igualmente, el sistema de Technicolor era muy costoso, sumado a las tarifas de transporte y mantenimiento (pues eran máquinas grandes para ese entonces) se desincentivaba el interés de los realizadores por traerlo.

La segunda característica de las fuentes para analizar, y quizá la más importante, es su sonoridad. Flores del Valle fue la primera en su género producida en el país, una comedia costumbrista y, además, musical. Para ser el primer experimento nacional de película sonora, fue una apuesta atrevida. Quizá no gozó el éxito que María[4] había tenido cuando se estrenó en 1921, pero sin duda fue un salto para la industria fílmica colombiana, pavimentando el camino para futuras producciones sonoras en los años 40. De hecho, “se dio comienzo a una época en la cinematografía nacional en que la utilización, excesiva, de las canciones y de la música, en los bailes, marca el inicio del largometraje de ficción sonoro en el cine colombiano.” (Fundación Patrimonio de Cine Colombiano, 2010). Aunque es irónico, ya que para la época parecía haber sido bien recibida, según el mismo Calvo, quien dijo que fue elogiada “la admirable realización que, al sorprender por su técnica y confección en cuanto a la proyección y sonido se refiere, deslumbra por la magnificencia del medio donde se desarrolla.” (Martínez Pardo, pág. 87).

En cuanto a la calidad, la película sufre de errores técnicos debido a los pocos recursos disponibles para hacer una mezcla de sonido uniforme. No existía la forma de hacer mezcla de sonido, por lo que había un orden sucesivo en el sonido, de forma en la que sonaba un diálogo o la música, no ambas al mismo tiempo. Incluso había un solo micrófono para hacer la grabación de los diálogos (Fundación Patrimonio de Cine Colombiano, pág. 31).

Es interesante el hecho que Flores del Valle no fue el único musical que se produjo en la primera mitad de la década de 1940. La misma Allá en El Trapiche, Golpe de Gracia de 1944 y Bambucos y Corazones de 1945 también experimentaron con la música en esta etapa. Al igual que su predecesora, todas estas sufrieron de las mismas dificultades técnicas por falta de apoyo económico y de equipos apropiados para la filmación de las películas (Fundación Patrimonio de Cine Colombiano, págs. 37-38).

El inconveniente económico no solo se extendía a las exigencias técnicas sino también del talento humano. Cuando la Ducrane Films se dispuso a rodar Golpe de gracia y Sendero de luz, los actores pedían sueldos cada vez más altos. Cabe recordar que la actuación en Colombia no tenía una base profesional y muchos de quienes participaron en las producciones de los 40 fueron extranjeros. En el caso de estas películas de la Ducrane, los actores fueron chilenos (Martínez Pardo, pág. 91). Sin embargo, pese a las dificultades monetarias, Allá en el Trapiche y Golpe de gracia fueron todo un éxito en los teatros de Bogotá, esto sumado al hecho que la Ducrane se convirtió en sociedad anónima para refinanciar sus proyectos, lo que permitió que la industria viviera unos meses más (Fundación Patrimonio de Cine Colombiano, pág. 35).

Por último, es apropiado abordar los géneros de las películas que se contemplaron dentro de la investigación como todas las demás que se produjeron durante la primera mitad de la década de los 40. Hay dos grandes géneros en las narrativas fílmicas del periodo al que se refiere esta investigación, el primero de la comedia musical y el segundo del drama. Flores del Valle, Allá en el trapiche, Golpe de Gracia, La canción de mi tierra y Bambucos y Corazones hacen parte del primer género, mientras que Sendero de luz, Anarkos, El castigo del fanfarrón y El sereno de Bogotá hacen parte del segundo. Sólo la película Antonia Santos, de 1945, rompe con ese paradigma, al tratarse de una pieza de ficción histórica. De la misma forma, todas las películas exceptuando esta última y El sereno de Bogotá tratan de temas costumbristas rurales.

En conclusión, la industria colombiana sin duda trató de seguir los pasos de otras mecas cinematográficas más exitosas como Argentina y México, eso explicaría que existieran casos como el remake de Alla en el rancho grande al filmarse Allá en El Trapiche. No obstante, dentro del amateurismo de la experiencia fílmica colombiana, arrollado por la innovación tecnológica y la marcha firme de las industrias vecinas, era totalmente necesario el tratar de emular los pasos de otras experiencias si lo que se quería era construir una propia.

No obstante, lo que llevó al relativo fracaso de todas las productoras que nacieron en los 40 fue la poca disponibilidad de recursos económicos. No por eso fracasaron las películas que estás realizaron, simplemente los costos eran demasiados altos para ser asumidos únicamente con los ingresos de las películas. Igualmente, sería durante mucho tiempo más económico importar películas de industrias mejor preparadas, pues no solo era más económico para los teatros y las distribuidoras, sino que se ahorraban el tener que traer directores y actores de otros países donde su oficio tuviera un enfoque profesional. Esto muy a pesar que en 1942 se trató de incentivar la producción con la ley novena de Pumarejo, que virtualmente jamás llegó a ponerse en práctica (Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, pág. 13).

Finalmente, el legado de estas 10 películas y en especial de las tres en que se centró en esta investigación, son un pilar para la experiencia del nuevo cine colombiano que se vino a realizar de la década de los 60 en adelante. Ya con una institucionalidad más fuerte y apoyo estatal que proviene desde la ley novena de 1942, el cine colombiano pudo despegar en sus propios términos y ya en una los 70s veríamos el nacimiento de fenómenos como Caliwood, una mirada sincera y autóctona de la sociedad, dejando a un lado los musicales y el costumbrismo para apuntar la cámara a una realidad salpicada por un conflicto que nadie vivió cuando el cine sonoro colombiano probó suerte. Al final, se logró lo que se quería, una industria propia con ideas originales a expensas de la realidad nacional colombiana.

Filmografía

Álvarez, E. (Dirección). (1945). Sendero de luz.

Calvo, M. (Dirección). (1941). Flores del Valle.

Saa Silva, R. (Dirección). (1943). Allá en el trapiche.

Bibliografía


[1] Película animada de Burt Gilbert.

[2] Película en acción real de 1935, dirigida por Rouben Mamoulian.

[3] Los hermanos Francesco y Vincenzo fueron inmigrantes italianos responsables por el avance de la producción cinematográfica colombiana, dueños del teatro Olympia y de la empresa Sicla (Fundación Patrimonio de Cine Colombiano, 2010).

[4] Primer largometraje producido en el país, basado en la obra homónima de Jorge Isaacs. Se le considera como la inauguración del cine silente colombiano.

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